CANTO A AMÉRICA
José Niño : seudónimo de José Jesús Jiménez Barona - Poeta - Poetry - Cali, Colombia
lunes, 28 de octubre de 2024
RÍO
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río.agua
domingo, 10 de octubre de 2010
CANTO A AMERICA
I
América inocente,
novia entredormida,
verde geométrico,
mano extendida:
vinieron del sol,
de donde el mar termina,
del viento vinieron,
de las nubes
donde el trueno habita.
Un tiempo joven
corría por tu cuerpo.
A la llegada de los dioses
elevaste
tus brazos como espigas.
II
Entonces
murió la primavera,
y fue la hora del hambre,
de las plagas, de la lepra,
y tus ojos incrédulos
vieron enmudecer
a Bochica y Nenqueteba
y murió el guerrero alado
y le enterraste vivo luego
y llenaste su estómago de ira.
III
Fue cuando el hombre
se reconoció en la lluvia,
cuando la sangre
manaba de tu boca,
cuando callabas
el Río que fluía.
Por los cauces de tu sueño
entreabrió los ojos otro sueño
y soñó caminos que nadie conocía.
Por el río de tu cuerpo
otro río continúa,
herida abierta al mundo
para que el mundo sobreviva.
CONQUISTA
I
Habría que preguntar
a la sangre de los Chibchas.
Habría que preguntar
por el dardo manifiesto
de los hijos de Bachúe y de Bochica.
Habría que preguntar
por el ruego encarecido del infante
al invocar el soplo cálido de Siecha.
Habría que preguntar,
cuando el sol besa la laguna,
por la muerte resoluta enfrente del oprobio
de la cacica que emerge en Guatavita.
Habría que preguntar
por el rostro de piedra de los Muiscas,
por la carne mutilada en Machupichu,
por el silencio de las pirámides Aztécas.
Habría que preguntar
por la tierra desolada de los Sioux,
por el búfalo extinguido en las llanuras.
Habría que preguntar
si es lícito vender el aire,
si es lícito vender el agua,
si es lícito vender la tierra.
Habría que preguntar
por la conquista y la rapiña anglosajona
al jefe de Seattle, el último profeta.
II
Habría que salir
con sus voces como antorchas,
habría que escupir,
galopando junto a Túpac,
las cabezas inclinadas,
la mordaza de las bocas;
habría que danzar
al son de los tambores,
habría que silbar
las íes de la flauta,
habría que congregar
un millón de voces indias,
mestizas, negras y mulatas,
para invocar al dios de Monquirá,
para invocar al dios de Sugamuxi,
para invocar al dios de los Toltecas,
para invocar al dios herido en Cuzco,
para escuchar su hálito de fiebre:
Despierta, tierra de los Sioux y Patacones,
despierta, tierra de Teotihuacán y de Yupanqui,
despierta, tierra rugiente de los pumas,
despierta y recoge el grito de la noche.
Derechos reservados de autor.
América inocente,
novia entredormida,
verde geométrico,
mano extendida:
vinieron del sol,
de donde el mar termina,
del viento vinieron,
de las nubes
donde el trueno habita.
Un tiempo joven
corría por tu cuerpo.
A la llegada de los dioses
elevaste
tus brazos como espigas.
II
Entonces
murió la primavera,
y fue la hora del hambre,
de las plagas, de la lepra,
y tus ojos incrédulos
vieron enmudecer
a Bochica y Nenqueteba
y murió el guerrero alado
y le enterraste vivo luego
y llenaste su estómago de ira.
III
Fue cuando el hombre
se reconoció en la lluvia,
cuando la sangre
manaba de tu boca,
cuando callabas
el Río que fluía.
Por los cauces de tu sueño
entreabrió los ojos otro sueño
y soñó caminos que nadie conocía.
Por el río de tu cuerpo
otro río continúa,
herida abierta al mundo
para que el mundo sobreviva.
CONQUISTA
I
Habría que preguntar
a la sangre de los Chibchas.
Habría que preguntar
por el dardo manifiesto
de los hijos de Bachúe y de Bochica.
Habría que preguntar
por el ruego encarecido del infante
al invocar el soplo cálido de Siecha.
Habría que preguntar,
cuando el sol besa la laguna,
por la muerte resoluta enfrente del oprobio
de la cacica que emerge en Guatavita.
Habría que preguntar
por el rostro de piedra de los Muiscas,
por la carne mutilada en Machupichu,
por el silencio de las pirámides Aztécas.
Habría que preguntar
por la tierra desolada de los Sioux,
por el búfalo extinguido en las llanuras.
Habría que preguntar
si es lícito vender el aire,
si es lícito vender el agua,
si es lícito vender la tierra.
Habría que preguntar
por la conquista y la rapiña anglosajona
al jefe de Seattle, el último profeta.
II
Habría que salir
con sus voces como antorchas,
habría que escupir,
galopando junto a Túpac,
las cabezas inclinadas,
la mordaza de las bocas;
habría que danzar
al son de los tambores,
habría que silbar
las íes de la flauta,
habría que congregar
un millón de voces indias,
mestizas, negras y mulatas,
para invocar al dios de Monquirá,
para invocar al dios de Sugamuxi,
para invocar al dios de los Toltecas,
para invocar al dios herido en Cuzco,
para escuchar su hálito de fiebre:
Despierta, tierra de los Sioux y Patacones,
despierta, tierra de Teotihuacán y de Yupanqui,
despierta, tierra rugiente de los pumas,
despierta y recoge el grito de la noche.
Derechos reservados de autor.
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